Los proyectos e intentos de frenar el aumento de partículas de CO2 en el aire son variadísimos, costosísimos e insegurísimos. Se mencionan todas las “soluciones” imaginables, salvo una bastante clara y directa: emitir menos CO2. Consumir menos. Viajar menos en auto, más en bicicleta; apostar más a transportes públicos y de entre ellos, a los que produzcan menos CO2. Achicar fletes y que por lo tanto, los perros y gatos porteños no puedan ya ingerir productos alimenticios provenientes de EE.UU., que tengamos que comer bananas misioneras y no ecuatorianas, limitar en una palabra la mundialización (que en realidad está avanzando) del mercado y apostar más a mercados locales o regionales.
Las lucubraciones sobre el calentamiento global o “cambio climático” como más eufemísticamente se lo suele designar, arrecian. Se habla de invertir cientos de miles de millones de dólares en “contener” el proceso, mitigarlo, apostando a energías renovables (otro eufemismo para referirse esta vez a combustibles elaborados con vegetales provenientes de cultivos tradicionalmente aplicados a la nutrición de seres vivos, con alimentos en suma); a la hidroeléctrica, con los consiguientes trastornos ambientales, sociales, que provoca la erradicación de población afectada; a la nuclear, que a su vez plantea el creciente peligro que implica desde el costo ambiental y humano de la extracción de material radiactivo hasta la ubicación final de los desechos sin peligro para la humanidad presente y nuestra descendencia, una cuestión que todavía no ha podido resolverse en el mundo entero, y que tal vez sea irresoluble.
Otra forma de encarar la problemática del calentamiento global que se proclama cada vez más a los cuatro vientos es la de la formación de hipotéticos sumideros de carbono, para lo cual algunos entusiastas proponen plantaciones de monocultivos forestales, aunque nadie haya podido todavía asegurar que semejantes depósitos quedarán allí seguros y nadie haya siquiera encontrado un método eficaz de conocer la verdadera magnitud de tales depósitos. ¿Acaso no hay tala, no hay incendios, no hay vejez?
martes, febrero 09, 2010
Calentamiento global, COP 15 y las que vengan, pero el estilo de vida no se toca
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